Mi confesión llegó muy tarde

ConfesionHabía errado en el concurso de Spelling y había perdido mi primer puesto quedando rezagado al quinto lugar. Estaba enojado, disconforme  e irascible. Mis amigos de burlaban de mi, me creía insuperable y haberme equivocado  me molestaba. Ya había pasado una hora de la clase de Inglés, el salón estaba tranquilo, todos sentados en sus carpetas pero yo continuaba arrebatado… ¡No podía ser! ¡Había perdido! De cólera rompí la hoja de mi cuaderno y la arrugué en mi mano, lleno de rabia la lancé por encima de mi cabeza y cayó al costado de la última fila de carpetas. Madre Meche vió volar el papel e inmediatamente llena de cólera dijo : ¡Quien ha sido! ¡Quien ha tirado ese papel! Silencio absoluto. Solamente Wilmer que se sentaba en esa fila había visto que yo había arrojado el papel. ¡Quién ha sido! Volvió a preguntar Madre Meche, roja de cólera y con el índice señalando a cada uno. Era el año 1966 y tenía 10 años, en nuestro colegio “Nuestra Señora de la Misericordia” administrado por la congregación Canadiense de las Hermanas de la Misericordia de Terranova, tirar un papel al suelo era un delito. ¡Quién ha sido! volvió a preguntar.. Wilmer me miraba y con su mirada me acusaba. “Muy bien páranse todos…. Permanecerán parados en su sitio hasta que alguien diga quien ha sido.. Los otros pueden salir al recreo” Sentía un profundo remordimiento, no me atrevía a decir que yo había sido. En el recreo no me sentía tranquilo, me sentía angustiado… ellos estaban castigados por mi, Wilmer podía delatarme . Al regresar del recreo, ellos continuaban parados mirando la pared, castigados. Mi corazón  latía fuertemente, la mirada de Wilmer no me dejaba tranquilo… No pude más, cerré los ojos y grité “Yo he sido! Sentí un gran alivio al decir la verdad. Al abrir los ojos ya no encontré a  nadie. Todo estaba oscuro, sudaba profusamente y sentía los fuertes latidos de mi corazón. Me asusté y grité ¡Donde están! ¡Donde se han ido! A los pocos segundos me di cuenta…Había despertado de un sueño. Aún podía verme con los pantalones cortos corriendo por las calles de mi pueblo con Wilmer, Marco, Juan Manuel, Iván. Tuvieron que pasar  45  años para confesar mi falta. Mi confesión llegó muy tarde.

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