Después de 52 años aún la encuentro por la calle con su sonrisa inocente , su caminar siempre ligero de pasitos cortos y su bolsa en la mano. De niño me asustaban , cuando no quería ingerir almentos, diciendo que la iban a llamar para que me de de comer. De adolescente sin medir la rudeza de las palabras varias veces nos burlábamos de ella y en la juventud nos tocaba asustar a los niños con ella o convertirla en la enamorada de todos cuando había que hacer chacota de alguien.
Presta a acercarse si la llamaban sin saber distinguir cuando era para burlarse de ella o para recibir un dulce o una moneda, pero siempre se aproximaba con su rostro inocente y curioso. Cuando veía niños jugando se acercaba corriendo quiriendo participar en sus juegos pero era rechazada cruelmente por los niños con gestos y palabras lastimosas . Ella se quedaba a un costado mirándolos con una sonrisa tierna e inocente. Era feliz contemplando la alegría de los críos y quizás soñaba que participaba en sus juegos.
Era frecuente encontrarla a la salida del Colegio esperando a la profesora Gladys o las “Madrecitas”, al verlas corría contenta con su cuaderno ,”¡Señorita, póngame tarea!”, les pedía. Era la fiel acompañante de la profesora Violeta, por donde quiera que ella iba, Úrsula estaba a su lado.
Úrsula es todo un personaje en el pueblo: el “cuco” de los niños, “el bacilón” de los adolescentes y la oligofrénica de los adultos.
Ahora adulto cada vez que me cruzo con ella la envuelvo con mi mirada y veo que no ha cambiado nada, el mismo rostro y la misma inocente sonrisa que yo tengo grabada en mis recuerdos de infancia .
Mientas ella viva y siga recorriendo las calles de Monsefú, cada vez que me cruce con ella recordaré esos años maravillosos de mi infancia perdida, infancia de la rayuela, el trompo y el zumbador.